Vivimos en una era que muchos han denominado la “era de la post-verdad”, un tiempo en el que las emociones y las creencias personales parecen tener más peso que los hechos objetivos. En este contexto, la verdad ha sido distorsionada, fragmentada y, en muchos casos, ignorada en el discurso público. Este fenómeno no solo afecta a la política y los medios de comunicación, sino que también tiene profundas implicaciones en la sociedad, especialmente cuando las verdades fundamentales de la biología y la naturaleza son negadas o cuestionadas bajo la influencia del progresismo imperante.

La Era de la Post-Verdad

El término “post-verdad” se popularizó en 2016, cuando el Diccionario Oxford lo eligió como la palabra del año. Se refiere a una situación en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales. En una era de post-verdad, la verdad objetiva se vuelve secundaria frente a narrativas que apelan a deseos, miedos y prejuicios. Esta tendencia ha sido impulsada por la proliferación de las redes sociales, donde la información —y la desinformación— se propaga a una velocidad sin precedentes, y por la creciente polarización política y cultural.

Sin embargo, la distorsión de la verdad no es solo un problema de comunicación o de política; es un problema moral y espiritual. En la medida en que la sociedad se aleja de principios absolutos, la verdad misma se convierte en un concepto maleable, susceptible a ser moldeado por ideologías y agendas.

La Negación de la Biología en el Discurso Progresista

Uno de los aspectos más alarmantes de esta era de post-verdad es la negación de las verdades biológicas evidentes. En el nombre del progresismo, se han cuestionado, y en muchos casos rechazado, verdades que durante siglos fueron consideradas como pilares fundamentales del conocimiento humano.

Un ejemplo prominente es el debate en torno a la identidad de género. La biología humana distingue claramente entre los sexos masculino y femenino, basándose en diferencias cromosómicas, hormonales y anatómicas. Sin embargo, el progresismo ha impulsado la idea de que el género es una construcción social, desvinculada de la realidad biológica. Este enfoque ha llevado a situaciones en las que se espera que la sociedad ignore hechos biológicos evidentes en favor de identidades subjetivas y autodefinidas.

Esta postura no solo desafía la verdad biológica, sino que también tiene consecuencias prácticas profundas, desde políticas de baños y deportes hasta la educación de los niños. En muchos casos, aquellos que defienden la realidad biológica son tachados de intolerantes o retrógrados, silenciados en nombre de la corrección política. Esto crea una cultura de censura y autoengaño, donde la verdad objetiva es sacrificada en el altar del relativismo.

Las Consecuencias de Negar la Verdad

La negación de verdades evidentes tiene serias consecuencias, tanto a nivel individual como social. En el plano personal, el rechazo de la verdad puede llevar a una confusión profunda y a una desconexión de la realidad. La identidad personal se vuelve inestable cuando se basa en emociones cambiantes en lugar de en realidades objetivas. Esto puede llevar a crisis de identidad, depresión y otros problemas de salud mental.

A nivel social, la negación de la verdad socava la confianza en las instituciones y en la cohesión social. Cuando las verdades fundamentales son cuestionadas o rechazadas, se hace difícil encontrar un terreno común en el que construir una sociedad justa y equitativa. Además, la capacidad de la sociedad para tomar decisiones informadas se ve gravemente afectada cuando los hechos objetivos son ignorados o distorsionados.

Negación de la realidad

El discurso progresista que niega la biología y otras verdades fundamentales también puede llevar a una erosión de los derechos y libertades individuales. Por ejemplo, la insistencia en que la identidad de género debe ser reconocida independientemente de la biología ha llevado a conflictos en áreas como los deportes, donde la inclusión de personas transgénero en competencias femeninas ha planteado preguntas sobre la equidad y la seguridad.

La Importancia de Recuperar la Verdad

En este contexto, es imperativo recuperar la verdad como un valor central en el discurso público y en la vida social. Esto no significa imponer una visión monolítica del mundo, sino reafirmar el compromiso con la búsqueda honesta de la verdad, basada en hechos, evidencia y razonamiento sólido.

Desde una perspectiva cristiana, la verdad no es solo un concepto filosófico o científico; es una realidad divina. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Como seguidores de Cristo, estamos llamados a defender la verdad en todas sus formas, no solo como un principio abstracto, sino como una manifestación del carácter de Dios. Esto incluye defender la verdad en la biología, la ciencia y la ética, así como en la política y la cultura.

Recuperar la verdad en un mundo post-verdad requiere valentía. Implica estar dispuesto a enfrentar la oposición, el ridículo y la marginación por defender lo que es verdadero. Pero también requiere compasión y sabiduría. No se trata de ganar argumentos o de imponer nuestras creencias, sino de testificar con amor y humildad, mostrando cómo la verdad nos libera y nos lleva a la plenitud.

Estrategias para Defender la Verdad

Para recuperar la verdad en la sociedad, es necesario adoptar estrategias claras y efectivas:

Educación y Formación: Es fundamental educar a las nuevas generaciones en la importancia de la verdad y la objetividad. Esto incluye enseñarles a distinguir entre hechos y opiniones, y a valorar la evidencia por encima de las narrativas emocionales.

Discernimiento Mediático: En un mundo saturado de información, es crucial desarrollar la capacidad de discernir la verdad de la falsedad. Esto implica no solo consumir medios de comunicación confiables, sino también cuestionar y analizar críticamente la información que recibimos.

Participación Activa en el Discurso Público: Los cristianos y aquellos comprometidos con la verdad deben estar presentes en el debate público, aportando una voz que defienda la realidad objetiva y los valores morales. Esto puede implicar participar en foros, escribir artículos de opinión, o simplemente compartir contenido veraz en redes sociales.

Solidaridad y Apoyo Mutuo: Defender la verdad en un mundo post-verdad puede ser solitario y desafiante. Es importante que aquellos que comparten estos valores se apoyen mutuamente, creando comunidades de fe y verdad que puedan resistir las presiones del relativismo.

El desafío de la post-verdad es uno de los mayores retos de nuestro tiempo. Sin embargo, es también una oportunidad para reafirmar el valor de la verdad en nuestras vidas y en la sociedad. Al defender las verdades fundamentales de la biología y la naturaleza, y al rechazar las distorsiones impuestas por el progresismo imperante, podemos contribuir a la restauración de una cultura que valore la verdad como un bien esencial.

Como cristianos, estamos llamados a ser testigos de la verdad en todas sus formas, confiando en que, al final, la verdad prevalecerá. En un mundo lleno de incertidumbre y confusión, que nuestra voz sea una voz de claridad y esperanza, guiando a otros hacia la luz de la verdad que solo se encuentra en Dios.

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