Isaías 5:20-24: “¡Ay de los que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno! ¡Ay de los que convierten la luz en tinieblas, y las tinieblas en luz! ¡Ay de los que convierten lo amargo en dulce, y lo dulce en amargo!”

Es fundamental conocer los orígenes del progresismo para entender el mundo actual y las ideologías que lo dominan. Estas corrientes, hoy tan de moda, son peligrosas y buscan imponerse sobre la sociedad. Para enfrentar al progresismo, es necesario comprender su contexto y cómo estas ideologías han logrado penetrar en diferentes ámbitos, como el medio ambiente, el feminismo radical y la ideología de género. El ambientalismo, con su alarmismo climático, el feminismo que ataca al hombre y margina a la mujer, son ejemplos claros de agendas nefastas.

Hablar de los hombres trans en deportes femeninos es considerado un discurso de odio, lo que demuestra cómo cualquier opinión disidente es condenada. Quienes no comulgan con estas ideas son etiquetados como homofóbicos o trastornados mentales, eliminando cualquier posibilidad de debate. En esta interseccionalidad, el colectivo LGBTIQ+ se erige como la bandera predominante, incluso por encima de los símbolos nacionales. Esta interseccionalidad también promueve la ideología de género y la ESI (Educación Sexual Integral), que busca adoctrinar a los niños en las escuelas, usurpando la autoridad de los padres en la educación moral y cristiana.

Voz y verdad

Entre 1870 y 1920, la época dorada de Estados Unidos, los magnates capitalistas, como John D. Rockefeller, dominaban la economía, comprando voluntades políticas. En respuesta, surgió un nuevo progresismo que luchaba por los derechos de los obreros y promovía el “New Deal“. Aunque este movimiento tenía fines aparentemente nobles, también rechazaba el Cristianismo, calificándolo de retrógrado y arcaico. El progresismo buscaba mejorar al ser humano a través de la ciencia, negando la trascendencia espiritual.

Revoluciones como la china comunista y la bolchevique en la URSS también se alinearon con el rechazo a la fe en Dios, causando millones de muertes. Con la caída del Muro de Berlín en 1989, el mundo se volvió unipolar, liderado por Estados Unidos, y comenzó una nueva era de progreso tecnológico y masificación de internet. Este renacimiento del progresismo apuntaba a una agenda global, que buscaba eliminar los estados-nación y dominar el mundo en lo económico, social y político.

El progresismo siempre ha visto al cristianismo como su principal enemigo, intentando destruir la familia y los valores occidentales (en cuanto al progresismo). Con el auge de internet, los sistemas políticos se conectaron, y quienes controlan esta tecnología tienen un poder inmenso. En 1998, Anthony Giddens propuso una “tercera vía”, un modelo que fusiona el socialismo y el capitalismo, promoviendo la igualdad de género y la democratización de la familia. Esta nueva ideología se infiltró en las ONG y en organismos internacionales, redefiniendo el concepto de familia y promoviendo el globalismo y la inteligencia artificial.

La tecnología se ha convertido en un instrumento de poder, utilizado por organizaciones supranacionales que presionan a los países. Esta “cuarta revolución industrial” busca cambiar los valores humanos bajo la bandera del arcoíris, identificada con el progresismo global, que persigue un “paraíso terrenal” sin la presencia de Dios. Este progresismo pretende modificar la naturaleza humana a través de la biotecnología, transformando al ser humano en algo distinto, alejado de su esencia divina.

En conclusión, la juventud de hoy se enfrenta a una confusión de identidades, donde se redefine lo que significa ser hombre o mujer. Se promueve la amputación genital y las mastectomías como formas de autoidentificación, desestructurando la familia y alejando a la sociedad de sus valores tradicionales. El progresismo busca eliminar la trascendencia espiritual del ser humano, ignorando que somos seres con fe en Dios y una conexión con lo divino. En este contexto, el cristianismo sigue siendo el mayor obstáculo para el avance de estas ideologías. La fe en Dios es vista como una amenaza para el progresismo, que busca reinterpretar la realidad según su conveniencia.

El globalismo, aliado con la ONU y financiado por multimillonarios, persigue las ideas cristianas, atacando los valores en universidades y promoviendo una visión distorsionada de la libertad y la igualdad. El progresismo se presenta como un movimiento por la justicia social, pero en realidad busca el control total de la sociedad, destruyendo todo lo que se opone a su agenda.

Al final, el progresismo no busca el bien común, sino el poder a través de la manipulación y la destrucción de los valores tradicionales. Pero aquellos que mantienen su fe y sus principios, resistirán esta corriente, sabiendo que la verdad de Dios prevalecerá, y que no somos meramente seres materiales, sino seres con un propósito divino, llamados a trascender hacia la eternidad.

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